domingo, 14 de febrero de 2016

Sonriente y doliente

Lo que uno aprende en el tratamiento de lo religioso como objeto de estudio es a enfrentar un territorio sinuoso, significado por la ambigüedad*. La geografía llana, lo literal existe como acto de fe. La visita del papa Francisco I a México le plantea retos al periodista ansioso de “objetividad”, no ser sensiblero y contentarse con la nota de color. Pero el ciudadano común y católico está en busca de la definición precisa, ya para la alegría, ya para el consuelo.

La ambigüedad comienza desde el perfil del emisor destacado, Jorge Bergoglio. Es un religioso, un santo o un político. Por deformación profesional parto de la consideración del político, jefe del Estado Vaticano y del imperium del catolicismo. Un Estado basado en la legitimidad histórico religiosa veterotestamentaria y de los Evangelios acerca de la vida de Cristo, fundamento de la institución eclesiástica, refrendada y resignificada por los Padres de la Iglesia, los Santos, los Concilios y las encíclicas papales. Es un Estado territorialmente minúsculo que se propone universal en el imaginario de la iglesia católica y sus creyentes. El Vaticano no se destaca por su gran industria, por su producción agropecuaria o sus recursos naturales. Es un Estado de servicios religiosos fundamentalmente, basado en la acumulación y formación de capital simbólico**. Una ciudad-estado, cuasi reliquia de la antigüedad griega, con su jefe que emula al Rey filósofo, prolijo en sus escritos y en su oratoria, no confía del todo en la razón aunque recurra a su astucia. La fe religiosa es más poderosa porque se deja conducir por el corazón emocionado.

La “desambiguación” comienza por considerar al papa Francisco I como político, jefe del Estado Vaticano. No es un emisor cualquiera, elabora con cuidado de acuerdo al destinatario. Donde pone el ojo, pone la bala.

Escena I: Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México. Llega el Papa a la capital de la república mexicana, se le ve sonriente y condescendiente. Francisco I acepta el cachondeo de la pareja presidencial, de las estrellas de Televisa y un supino gabinete presidencial al servicio de Enrique Peña Nieto.

Escena II: Palacio Nacional. El presidente Peña, el inclemente, nos receta la dosis de todos los días, el mensaje toluqueño que ya nadie quiere atender. Choro, no lo olvidemos, proviene de chorizo. Jorge Bergoglio hace de la seriedad su mejor posibilidad actancial, aquí, frente a la audiencia de los privilegiados. Crítico afirma, cambiar las leyes no es suficiente, el beneficio de pocos corrompe. Críptico, introduce la ambigüedad, buscar el bien común, fundar una civilización de amor ¿Qué es eso? Que cada quien lo interprete a su manera.

Escena III: Catedral Metropolitana. La audiencia es otra, el gremio eclesiástico mexicano en su más alta representación jerárquica. Cardenales, arzobispos y obispos. La llamada de atención a los correligionarios que se extravían en sus pugnas, en la mundanidad. Pastores que descuidan el rebaño. El Papa abreva de la ira divina para amonestar a los clérigos que se entretienen en el clericalismo y dejan ir a la perdición a jóvenes y migrantes.

Escena IV: Basílica de Guadalupe. Fervorín guadalupano inexcusable para el visitante, mensajero y peregrino. Se trata del principal bastión de la fe católica en Latinoamérica. Ocurre el primer baño de pueblo para Francisco I debidamente destilado por los operativos de seguridad. El abuso de la escena por parte de quien no es el actor principal. Peña Nieto corrige el guion y simula el acto de comulgar para tomar un pedazo de legitimidad religiosa. Dilapidó la legitimidad electoral, menospreció la legitimidad histórica, la legitimidad del ejercicio gubernamental naufragó entre la inseguridad y la violencia, la corrupción y la impunidad. Luego entonces, vamos a comulgar.


Escena V: En el predio El Caracol. El gozo del Papa ante un espontáneo baño de pueblo con nueve kilómetros de recorrido. En consonancia o correspondencia se ofrece una homilía franciscana***, de invectiva a las tentaciones de la riqueza, la vanidad y el orgullo. Ecúmene versus globalización. Poco a poco los temas de la agenda, anticipados en las encíclicas de Francisco I (Lumen fidei y Laudato si) dictan el curso de su mensaje. La ambigüedad es un rodeo hacia la claridad, así descubrimos un Papa sonriente y doliente.
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*Beristáin, Helena. Diccionario de Retórica y Poética. Editorial Porrúa. México, 1985. P.p. 41-44. La ambigüedad en la literatura es fascinante en la intriga de la novela negra, fuente de goce en la poesía. En la comunicación la ambigüedad es un obstáculo y puede ser un desastre.
**Es una apreciación extendida la que remite lo simbólico a ciertas manifestaciones del arte, las sociedades arcaicas, primitivas o religiosas. Es un error. La sociedad capitalista está saturada de lo simbólico a través del consumismo, el espectáculo, los gadgets, etc. Ver Baudrillard, Jean. El intercambio simbólico y la muerte. Monte Ávila Editores. Caracas, 1980.
***En enero de 2014, en este blog ya se visualizaba al papa Francisco en México. http://tonalpohualli-rodmigster.blogspot.mx/2014/01/francisco-i-en-mexico.html Francisco I en México

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